jueves, 10 de marzo de 2016

Comentarios al libro “Diversidad e Identidad en República Dominicana” de la Dra. Celsa Albert Batista

  

Ponencia presentada el 15 de septiembre de 2014 en el acto conmemorativo de los 50 años en el magisterio de la profesora emérita Celsa Albert Batista y la puesta en circulación del libro en la ciudad de La Romana.

Pretendía hacer una reseña de la obra[1], pero mientras releía el texto de la contraportada concluí que no puede haber mejor reseña que la que allí se bosqueja.

Desde hace varios años la Mtra. Celsa viene realizando una encomiable labor intelectual dirigida a destacar el componente africano de nuestra identidad, tradicionalmente ignorado y/o ocultado por la historia oficial en base a prejuicios y estereotipos establecidos por la colonización española desconociendo la unicidad de la raza humana. Percibo este libro como un momento cumbre de ese esfuerzo, porque recoge un estudio global del proceso histórico-cultural que dio lugar a la conformación del pueblo dominicano, desde la interesante perspectiva de sus raíces étnicas.

La obra aborda en un exquisito y didáctico estilo las ideas, el proceso, la herencia y la estrategia educativa para conocer con rigor la diversidad e identidad cultural de los dominicanos.

Estamos ante un libro sencillo y ligero de lectura, que nos introduce a la visión científica de nuestra historia cultural y, específicamente, al ámbito de la diversidad étnica y cultural que conformó la identidad actual (individual y nacional) del dominicano, a través de un proceso continuo de hibridación [fusión biológica], mestizaje [cruzamiento y mezcla] y sincretismo [expresión en uno nuevo] de varios siglos, en el que la cultura indígena, la blanca del occidente europeo y la negra del África subsahariana[2] fueron sus matrices fundamentales, pero que también tiene elementos culturales de origen asiático (judíos, árabes, japoneses y chinos), siendo algunos de estos los más antiguos de todos, si tomamos en cuenta que nuestra población aborigen era, esencialmente, de origen asiático. La obra hace énfasis en el aporte de la cultura negra a ésa identidad.

El alto contenido pedagógico de los capítulos III y IV del libro evidencia el éxito de los objetivos específicos de la autora. Al respecto destaco lo siguiente: los elementos culturales de origen asiático se expresan de manera principalísima en nuestra producción agrícola y en nuestros hábitos de consumo: la caña de azúcar, el arroz, los plátanos, el coco, el mango, las naranjas son elementos consustanciales del ser dominicano. Tal vez por otros autores, para algunos de esos productos, ya nos habíamos enterado de sus orígenes. Pero la novedad es que la Mtra. Celsa nos remite a cómo la tradición de producir y consumir esos productos entre nosotros está asociada a nuestra historia pre-colonial o colonial o contemporánea y en particular al período de la esclavitud en la isla. Más aún, es novedosa su reflexión sobre la necesidad de transitar por la diacronía para llegar a la sincronía cultural que se pone de manifiesto en el proceso de creatividad, recreación y sincretismo cultural de la población dominicana. Al efecto, en el capítulo V de la obra la Mtra. hace un llamado fervoroso a que se atienda la necesidad de integrar el estudio de la diversidad cultural del país en el proceso cotidiano de enseñanza-aprendizaje en las aulas sustentándose en los programas, la estructura curricular y en los preceptos teórico-metodológicos vigentes en el Sistema Educativo Dominicano en los actuales momentos, específicamente basándose en el eje transversal Cultura Dominicana. Identidad y Diversidad. Puesto que los problemas de desconocimiento de los contenidos de la realidad histórico-cultural del país han estropeado la objetividad con que los docentes trabajan el curriculum, también destaca la Mtra. la urgencia de que se atienda a un plan de formación, capacitación y actualización de los maestros del país, así como el acompañamiento a estos en el proceso de aprendizaje.

La autora parte del principio de que la cultura es la fuente fundamental de la identidad de un pueblo y pone en claro en su estudio algo que todos los presentes debemos asimilar y destacar: que el proceso histórico que condujo al predominio del mulato en el país no fue tanto racial, como pretenden reducirlo los historiadores hispanistas y acostumbran explicarlo los autores poco advertidos, sino que fue un proceso global que abarcó la totalidad de las manifestaciones culturales. Que primero debemos hablar de diversidad étnico-cultural y solo luego de identidad.

Como señala el Dr. Nfubea en su prólogo, la cuestión de la identidad “ha sido siempre un problema para el dominicano ya que esta realidad problemática tiene sus raíces en la colonización” (p. 18). Al respecto, el libro hace hincapié en señalar los factores socioculturales (institucionales e individuales) que han generado de manera continua conflictos de identidad entre la población de nuestro territorio desde inicios del siglo XVIII. Es esta una parte nodal del estudio donde la autora se refiere a la “esclavitud psicológica o mentalidad social que produce el conflicto de no asumir la identidad real de ser y pertenecer” vigente en cierto modo aún, en la sociedad dominicana.

Y es que la presencia sostenida del racismo en diversos ámbitos de la sociedad complejiza las dificultades objetivas con que los dominicanos nos enfrentamos a nuestra propia identidad. Y más cuando lo hacemos desde la óptica del uso inapropiado de la noción de otredad, la errada creencia de que ser dominicano es sinónimo de ser antihaitiano. Al respecto el Dr. Dilla Alfonso comenta: “Aún hoy campean en la prensa dominicana, de la mano de voceros de un llamado “nacionalismo” que define a la “dominicanidad” como algo opuesto e irreconciliable respecto a Haití, aunque al hacerlo castran la riqueza cultural de la sociedad dominicana y nos transmiten una caricatura “blanca”, “hispánica” y “católica” de una de las sociedades más mestizas, desde todos los ángulos, que existen en el hemisferio”[3]

En los hechos los afrodescendientes, entonces identificados como negros y mulatos, pasaron tempranamente a ser actores sociales y culturales de primer orden por su papel protagónico en momentos y acontecimientos estelares del proceso histórico de construcción de la nación dominicana; gran parte de esos acontecimientos lo destaca la autora en su libro. Me parece importante, a los eventos históricos señalados por la Mtra. Celsa como de significación ineludible para la comprensión del fenómeno histórico-cultural dominicano, agregar los siguientes:
  -La asimilación y preservación de las técnicas agrícolas indígenas por parte de los esclavos africanos durante la primera mitad del siglo XVI[4];
  -Siguiendo la tendencia que se hizo predominante en la segunda parte del siglo XVII, durante el siglo XVIII la población mulata es netamente mayoritaria en la parte dominicana de la isla debido al proceso de mestizaje, alcanzando para el año 1800 un 70% de mulatos, un 19% de negros y apenas un 11% de blancos[5]. No es por casualidad que el 70% de los dominicanos del presente tiene genes de origen africano[6];
  -De la población esclava empleada en la actividad ganadera, surge la gran masa de la clase campesina criolla que alcanza relevancia social y económica al final del siglo XVIII[7];
  -La emigración sistemática de población pobre de Haití hacia suelo dominicano a todo lo largo del siglo XX.

Sin embargo, el sesgo racista en nuestra historiografía, junto a sueños de dictadores y patriotas de hojalata, han llevado a la sociedad dominicana a invisibilizar esa realidad de nuestra historia.

Respecto al proceso de diversidad, hay que señalar que, conforme a la arqueología moderna, un mosaico multicultural de similar complejidad al que se desarrolló desde finales del siglo XV había ocurrido ya en la isla varios siglos atrás previo a la llegada de los europeos, dando lugar a la matriz cultural indígena que conocemos como cultura taína[8].

En conclusión, con esta obra la autora logra de forma magistral dos objetivos de gran relevancia y actualidad:
1-Abordar la transformación histórica de la República Dominicana, la construcción de la cultura y la identidad a través del estudio de la diversidad, y
2-Presentar una propuesta pedagógica factible de ser aplicada al proceso de enseñanza-aprendizaje en el área de las ciencias sociales, incluso en la capacitación, actualización y formación de maestros y facilitadores.

Hoy que celebramos el 50 Aniversario de labor educativa ininterrumpida de nuestra apreciada Mtra. Celsa, cuán orgulloso me siento de haber cursado mis años de educación básica bajo su orientación y cariño en el Colegio Nuestra Señora de La Altagracia aquí en La Romana, y por ello aclamo a viva voz ¡Celsa Albert es una auténtica Maestra, Maestra de verdad, larga vida para ella!

Muchas gracias.

Notas y Referencias:


[1] Albert Batista, Celsa (2014). Diversidad e Identidad en República Dominicana. Santo Domingo, R. D.: Editora Nacional, pp. 140.

[2] El término África subsahariana refiere a aquellas partes del continente africano habitadas mayoritariamente por personas negras, que comprenden aproximadamente el 85 por ciento de su superficie total. También hace referencia a los países de ese continente que no limitan con el mar Mediterráneo. Se ha demostrado que África negra es, principalmente la zona oriental, la cuna de la especie humana, desde donde se inició el poblamiento de la Tierra. Nueve millones de africanos llegaron a América en calidad de esclavos entre 1492 y 1800.

[3] Dilla Alfonso, Haroldo (2008). Los usos del “otro”: las relaciones de República Dominicana con Haití, Estudios Latinoamericanos, nueva época, núm. 22, julio-diciembre, pp. 171-181. [en línea], disponible en: http://www.journals.unam.mx/index.php/rel/article/view/20288 [2014, 14 de septiembre].

[4] Serna Moreno, Jesús María (2010). República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas, Archivo General de la Nación, Vol. CVIII. R. D.; Editora Alfa & Omega, pp. 95-108.

[5] Cassá, Roberto (2001). Historia social y económica de la República Dominicana, Tomo I, Santo Domingo, R. D.: Editora Alfa y Omega, p. 89.

[6] Estudio de la Universidad de Puerto Rico y la Universidad Central del Este dado a conocer en 2010.

[7] González, Raymundo (2011). De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial, Archivo General de la Nación, Vol. CXLVIII R. D.; Editora Búho, S. R. L., pp. 186.

[8] Ulloa Hung, Jorge (2012). La cultura taina y las bases de lo caribeño en Tesoros del arte taíno. Centro Cultural Eduardo León Jiménez, Generalitat Valenciana and  IVAM Centre Julio González, . pp. 13-47.


miércoles, 9 de marzo de 2016

Francisco del Rosario Sánchez, prócer y símbolo de la dominicanidad



Francisco del Rosario Sánchez es un personaje histórico de gran trascendencia en la formación nacional dominicana.

Nacido en la ciudad intramuros de Santo Domingo el 9 de marzo de 1817 era de origen humilde y rasgos marcadamente mulatos; sus padres Narciso Sánchez y Olaya del Rosario poseían ascendientes esclavos no muy lejanos, pero Narciso durante muchos años trabajó como administrador de hatos en el este, y juntos alcanzaron cierto nivel de ascenso social. Aunque Francisco nació fuera de matrimonio, su apellido definitivo fue el del padre, y empleaba un sustantivo similar al apellido de la madre como un segundo nombre.

El esfuerzo propio, la ubicación urbana y el trato familiar con sectores propietarios al parecer contribuyeron a que Francisco del Rosario pudiera acceder a un nivel educativo fuera de serie para sus orígenes. Realizó estudios particulares de inglés, filosofía y latín con Mr. Groot, el sacerdote Gaspar Hernández y Nicolás Lugo, respectivamente, ya que para la época en el país no existían centros de educación superior. Como era tradición, aprendió a tocar instrumentos musicales.

Formó parte del grupo de jóvenes dominicanos de vocación liberal que desde 1838 concibió el proyecto de una república democrática, libre e independiente y bajo el liderazgo de Juan Pablo Duarte puso en marcha las labores para alcanzarla con la fundación de la sociedad patriótica La Trinitaria. Sánchez se convirtió en uno de los más destacados adeptos de la organización revolucionaria.

Cuando la persecución haitiana obligó a Duarte a abandonar el país en 1843, Sánchez quedó al frente de los trabajos conspirativos del movimiento trinitario y ejecutó la célebre acción de fingir y hacer correr el rumor de que había fallecido para poder actuar con menos dificultades.

Fue figura clave en los acuerdos y preparativos finales de la proclamación de la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, incluyendo la redacción del Manifiesto de Separación del 16 de Enero junto a Tomás Bobadilla; enarboló por primera vez la bandera nacional en el Baluarte del Conde y también fue un miembro destacado de la Junta Central Gubernativa que quedó al frente de la naciente república.

Pocos meses después de proclamada la independencia, cuando sectores conservadores representados por Pedro Santana se alzaron con el poder del gobierno provisional colegiado, fue abusivamente declarado traidor a la patria y desterrado del país junto a varios de sus compañeros de lucha.

Regresa al país el 8 de noviembre de 1848 y se integra activamente a la vida partidista del país llegando a ocupar importantes puestos en la estructura político-militar durante los gobiernos de Manuel Jiménez, Pedro Santana, Manuel de Regla Mota y Buenaventura Báez.

Fue designado por el presidente Jiménez Comandante de Armas de Santo Domingo. Versiones afirman que en esas funciones tuvo participación en la Batalla de Las Carreras del 21 de abril de 1849. Posteriormente incursionó en el campo del derecho pragmático desempeñándose por más de un año como Fiscal ante el Tribunal de Apelación y a partir de 1851 como Defensor público participando en numerosos casos. El 23 de junio de 1849 Francisco Sánchez en su calidad de general fue nombrado por Pedro Santana Fiscal del Tribunal en un juicio militar contra el general Antonio Duvergé y otros oficiales, proceso que se extendió varios meses y los inculpados fueron absueltos.

Desterrado nuevamente por Santana en abril de 1855, regresó al país en agosto de 1856 y ostentando el cargo de Comandante de Armas de Santo Domingo tuvo una activa participación del lado del sector gubernamental en la primera guerra civil que enfrentó un gobierno dominicano, la llamada Revolución de julio de 1857 o Revolución del Cibao que encabezó José Desiderio Valverde contra el 2do gobierno de Báez, y donde los bandos o partidos políticos comenzaron el uso de los colores rojo y azul como distintivos; finalmente el 12 de junio de 1858 Báez fue desplazado del poder después de aproximadamente un año de sitio a la ciudad capital, operativo que fue dirigido por Pedro Santana actuando en alianza con los revolucionarios cibaeños.

Cuando en julio de 1858 Santana desconoció el gobierno de Valverde quedándose con el poder, contó con el respaldo público de Francisco del R. Sánchez.

Desde que en 1860 se dio a conocer que la monarca española había accedido a entablar una negociación con el gobierno de Pedro Santana para la firma de un acuerdo de protectorado o anexión de la República Dominicana a España, creció con rapidez el descontento y el deterioro social que subyacía entre la población. Se puso en marcha en el país y en el exterior un movimiento de repudio a la acción entreguista de Santana y su círculo de seguidores, desde antes que la misma se materializara.

Francisco del Rosario Sánchez, que por sus vínculos con el baecismo en aquel momento en desgracia, había sido exiliado por tercera vez en septiembre de 1859, expresó de inmediato su rechazo a las gestiones anexionistas. Se encontraba en Saint Thomas y desde que se enteró de los planes de Santana asume la tarea de conformar y liderar un movimiento patriótico contra la enajenación de la soberanía dominicana, proyecto que denominó “Revolución de la regeneración dominicana”. Báez como era de esperar optó por quedarse al margen, sin embargo, dejó a sus partidarios en libertad de actuar. Puede afirmarse que desde ese momento en adelante se rompieron los vínculos de Sánchez con Báez, su vida política retornaba a sus orígenes trinitarios y le devolvía la estatura de prócer que personificaba la idea de libertad.

Frente a la necesidad de recursos humanos y materiales, Sánchez buscó apoyo entre las facciones políticas en el exilio adversas a los intereses del santanismo, y consecuentemente, vinculadas al baecismo y propuso en Curazao la conformación de una Junta Revolucionaria que fungiría como centro de acción para llevar a cabo la revolución, junta a la que él mismo obedecería. Para enero de 1861 la Junta ya estaba constituida y entre los conjurados Sánchez contaba con destacados combatientes de la gesta independentista de 1844, entre ellos, el general José María Cabral, José Cabrera, Juan Erazo, los hermanos Ogando y de otro ferviente trinitario, Pedro Alejandrino Pina. Procedió entonces a viajar hacia Haití en busca de ayuda, y allí llevó a cabo una maniobra de alto vuelo político.

En Haití gobernaba desde inicios de 1859 el general Fabre Nicholas Geffrard quien, inmediatamente ascendió al poder, viabilizó una tregua que puso fin a las incursiones militares haitianas sobre el territorio dominicano por la proclamación de su independencia en 1844. Acudió Sánchez a Geffrard en busca de apoyo y frente al presidente y su Consejo de Ministros apeló al mayor de los temores externados por los gobernantes haitianos desde su nacimiento como república: en el lado este de la isla se instalaría una potencia esclavista, lo que ponía en peligro su sistema político y su propia independencia.

Apremiado luego de varias semanas de diálogos, promesas y negociaciones, Sánchez envió una memorable carta a los ministros y al presidente haitiano reclamando una postura definitiva del Gobierno de Haití en favor de la proyectada revolución dominicana (ver Franco, 2009, pp. 257-259). El 18 de marzo de 1861 Santana hizo realidad la anexión a España y Sánchez obtuvo un amplio apoyo del presidente Geffrard para iniciar la lucha armada contra el ejército español.

El gobierno de Haití dio a conocer al mundo una singular protesta contra la Anexión y dirigió una proclama al pueblo y a su ejército convocándolos a tomar las armas contra la presencia de España en la isla (ver estos documentos en Herrera, 2012, pp. 170-175). Ambas proclamas, más la ayuda prestada a la expedición de Sánchez y compañeros, provocaría acciones punitivas contra Haití y su presidente de parte de España; pese a ello, el respaldo haitiano se mantuvo vigente y eventualmente fue un factor de primer orden para lograr la restauración de la República Dominicana en 1865.

Con antelación y previendo la reacción del gobierno de Santana ante la esperada eventualidad de que Sánchez obtuviera el respaldo de Haití, la Junta Revolucionaria de Curazao puso a circular en el país el Llamamiento a la nación” o “Manifiesto a los pueblos del sur” del 20 de enero de 1861, en el que el patricio Francisco Sánchez explica su acción revolucionaria y llama a los dominicanos a tomar las armas contra la decisión del presidente Pedro Santana de anexar la República a España. En ese documento están contenidas las memorables frases del prócer:

He pasado al territorio de la República entrando por Haití,
porque no podía entrar por otra parte, exigiéndolo así, además,
la buena combinación y porque estoy persuadido que esta
República, con quien ayer cuando era imperio, combatimos por
nuestra nacionalidad está hoy tan empeñada como nosotros
porque la conservemos merced a la política de un gabinete
republicano, sabio y justo.

Más, si la maledicencia buscase pretextos para mancillar mi
conducta, responderéis a cualquier cargo, diciendo en alta voz,
aunque sin jactancia, que Yo soy la bandera dominicana.
(ver completo en Herrera, 2012, pp. 111-113).

En una proclama del 21 de enero de 1861 Santana reaccionó como se había previsto, lanzando improperios contra Sánchez y lo acusó de entrar en componendas para que retornara la dominación haitiana al lar dominicano. Otro manifiesto del 30 de marzo, firmado de manera conjunta por Sánchez y José María Cabral, analizaba por qué el régimen español resultaba incompatible con los intereses del pueblo dominicano, en especial de sus sectores pobres, y hacía un anuncio profético de lo que significaría la dominación española (ver Lugo Lovatón, 1948, p. 452).

El 1ero de junio de 1861, en horas de la tarde, encabezó Sánchez junto al general Cabral una expedición de 500 hombres que penetró a territorio dominicano procedente de Haití, dividida en tres cuerpos. El central iba dirigido por Sánchez y penetró en la zona de Hondo Valle no encontrando obstáculos, traspasó El Cercado y pudo avanzar hasta Vallejuelo. El segundo cuerpo iba dirigido por José María Cabral y penetró por Comendador (hoy Elías Piña), tomó Las Matas de Farfán sin encontrar gran obstáculo. El tercer cuerpo estaba bajo el mando de Fernando Tabera y debía tomar Neiba, pero encontró dificultades. La expedición contó con el apoyo de milicianos haitianos de Mirebalais e Hincha, zonas próximas a la frontera.

En un hecho no del todo aclarado aún, se afirma que Cabral recibió la información de que el gobierno haitiano había decidido retirar el apoyo a los patriotas dominicanos, compelido por la amenaza militar que presentaba España. Ante tal situación Cabral, acompañado de Valentín Ramírez Báez, de Jacinto Peynado y otros, procedió a dar marcha atrás el 16 de junio ignorando constatar a Francisco Sánchez y su grupo.

Pedro Alejandrino Pina por decisión propia se movilizó y logró reunirse con Sánchez en El Cercado poniéndolo al tanto de la situación en que se encontraban los expedicionarios. Sánchez en consulta con sus camaradas resolvió abandonar El Cercado y retirarse a la frontera.

Al no haber tropas españolas en la zona, Sánchez y sus compañeros se replegaban confiados, pero el 20 de junio fueron sorprendidos por una emboscada tendida por Santiago de Óleo en la loma Juan de la Cruz, del paraje Juan Santiago cerca de Hondo Valle.

Documentos confirman que Romualdo Montero y Pedro Gil que inicialmente estuvieron brindando apoyo a Sánchez, decidieron traicionar al grupo con el fin de evadir responsabilidades en la expedición y no ser perjudicados por el gobierno español; avisaron lo que ocurría a Santiago y Fructuoso de Oleo, miembros de una de las familias más influyente de la Sierra, quienes junto a otros lugareños decidieron actuar contra los patriotas para resguardar al pueblo de posibles represalias por parte del gobernador Pedro Santana.

Varios de los patriotas, entre ellos Pedro Pina, tuvieron oportunidad de escapar, pero Sánchez habría desechado la sugerencia de Timoteo Ogando de huir dejando atrás a sus compañeros heridos, por lo que fue capturado y junto a otros veinte prisioneros, trasladado a San Juan de la Maguana.

Luego de haber sido sometidos a un amañado juicio sumario que dirigió el 3 de julio de 1861 en la plaza pública de San Juan el general Domingo Lazala, quien encabezaba una junta militar de hombres de confianza de Pedro Santana entre los que se encontraban los generales Antonio Abad Alfau y Eusebio Puello, Sánchez y todos sus acompañantes fueron condenados a muerte. En el lugar donde hoy se encuentra el cementerio municipal de San Juan de la Maguana, se ejecutó al día siguiente la proditoria sentencia.

Junto a Francisco Sánchez fueron fusilados el 4 de julio de 1861 los patriotas Juan Erazo, Gabino Simonó, Manuel Baldemora, Benigno del Castillo, Francisco Martínez, José Ant. Figueroa, Juan Dragón, Juan Gregorio Rincón, León García, Segundo Alcántara, José Corporán, Pedro Zorrilla, José de Jesús Paredes, Rudecindo de León, Epifanio Jiménez, Domingo Piñeyro, Félix Mota, Julián Morris, Luciano Solís y Juan de la Cruz. También fue ejecutado el delator Romualdo Montero.

En una proclama emitida en Curazao por José María Cabral el 6 de julio de 1861, en la que se autodenomina el caudillo de la acción revolucionaria del 1ro de junio, este anuncia y explica su decisión de arriar la bandera de combate contra la Anexión y “plegarme a los acontecimientos respetando el hecho consumado aceptado por una nación poderosa y sancionado tácitamente por las demás naciones civilizadas” (Rodríguez Demorizi, 1947, pp.396-397)

Distintos historiadores destacan que Francisco del Rosario Sánchez fue un político de coyunturas que siempre actuó conforme a los dictados de su conciencia, pero nunca abandonó los puntos cardinales del ideario nacional y democrático, manteniendo un porte de grandeza que le otorga la condición de patriota integral. Es reconocido, junto a Juan Pablo Duarte y Matías Ramón Mella, como uno de los Padres Fundadores de la República Dominicana.

Con la entrega de su vida en la masacre del santanismo en San Juan, ascendió al grado de prócer y símbolo de la dominicanidad y entró en los anales de nuestra historia republicana con la condición imborrable de patriota integral.

Referencias

Balcácer, Juan Daniel (2000). Francisco del Rosario Sánchez, Prócer de la patria.
Santo Domingo: Editora El Siglo.

Cassá, Roberto (2014). Personajes Dominicanos, Tomo I. Archivo General de la Nación Vol. CCVIII - Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Santo Domingo, R. D.: Editora Alfa & Omega.

Francisco del Rosario Sánchez. Portal Mi País - La República Dominicana.
Descargado de: http://www.jmarcano.com/mipais/biografia/sanchez.html

Franco Pichardo, Franklin (2009). Historia del Pueblo Dominicano. Santo Domingo: Editora Mediabyte, S. A.

Herrera, César A. (2012). Anexión-Restauración Parte 1. Archivo General de la Nación Vol. CLXXXIV - Academia Dominicana de la Historia Vol. CI. Santo Domingo, R. D.: Editora Búho, S. R. L.

Lugo Lovatón, Ramón (1948) Sánchez, Tomo 2, Ciudad Trujillo, R.D.: Ed. Montalvo.

Moreta C., Américo; Vega B., Wenceslao (2004). Historia del Poder Judicial Dominicano, República Dominicana: Editora Corripio.

Rodríguez Demorizi, Emilio (1976). Acerca de Francisco del Rosario Sánchez,
Academia Dominicana de la Historia, Vol. XLIII, Santo Domingo: Editora Taller.

Rodriguez Demorizi, Emilio (1947). Documentos para la historia de la República Dominicana, Vol. II, Archivo General de la Nación, Vol. V, Santiago, R.D: Editorial El Diario.


martes, 28 de julio de 2015

¿Tainos o tainidad? El mosaico multicultural precolombino en la isla Española y las Antillas




Introducción

En este ensayo vamos a referirnos a la relevancia que hoy le asigna la arqueología moderna al aspecto de la diversidad cultural y a la interacción social de los distintos grupos de pobladores en los estudios de la sociedad taína en la región de las Antillas, y de manera particular, en la Isla Española. Para ello nos basaremos en las reflexiones e ideas expuestas por el Dr. Jorge Ulloa en diferentes publicaciones y presentamos una síntesis o resumen interpretativo en relación al tema. En ocasiones nos basaremos directamente en algunos de los trabajos que son fuentes de sus publicaciones.

El concepto etnohistórico y antropológico de lo taíno

Por lo general hoy se considera cultura taína a las representaciones artísticas producidas por las sociedades aborígenes que habitaban gran parte de las islas del Caribe.

En ninguna de las fuentes históricas del periodo colonial aparece la palabra taíno para designar a la población aborigen de alguna de las islas antillanas, sino que desde los primeros cronistas se estableció que el término lo emplearon los propios aborígenes al momento de la llegada de los europeos, y pudo significar noble o bueno en el lenguaje hablado por esas comunidades en tanto lo usaron para destacar la actitud pacífica de un grupo, en contraposición a la de otro grupo, llamado Caribes, que se caracterizaban por su actitud guerrera. Por tanto, su origen se puede considerar una especie de percepción humana o moral.

En realidad fueron investigadores del campo antropológico los que introdujeron el término taíno para distinguir, primero, a todos los aborígenes de las Antillas mayores, y luego, para denominar a la totalidad de los grupos del área antillana, considerándolos a todos como un mismo grupo cultural.

El término inicialmente se utilizó durante el siglo XIX (Jesse Walter Fewkes) con un enfoque lingüístico para distinguir el lenguaje arawaco que se hablaba en las Antillas Mayores del que se hablaba en las Antillas Menores. Se refería entonces a una práctica cultural específica, dispersa básicamente en las Antillas Mayores.

Ya en el siglo XX Taíno comenzó a utilizarse como una categoría antropológica, para denominar a la población aborigen que habitó La Española, Puerto Rico, Jamaica, el este de Cuba y las islas Bahamas. Esta definición o clasificación se basó en un contenido arqueológico amplio referido a distintas manifestaciones de la cultura material de aquellos pobladores, sobre todo en su alfarería. Fue introducida por el arqueólogo estadounidense Mark R. Harrington en1936, y ampliada más tarde por Irving Rouse.

El modelo arqueológico tradicional de estudio de la historia pre-colonial que se ha seguido para La Española y el Caribe interpreta la cultura taína basándose en imágenes etnohistóricas de lo taíno, en un criterio difusionista de las migraciones y en una visión de homogeneidad de los procesos históricos. Se rige por el esquema:

Migración – difusión – homogeneidad – aculturación (desplazamiento).

  
Pero la cultura taína no puede ser considerada como algo sin antecedentes o como algo uniforme, definido como antítesis de los llamados Caribes. Tampoco puede ser vista solamente como derivación de las migraciones de gentes desde Sudamérica.

Arqueología moderna y cultura taína

Conforme la visión de la arqueología moderna la cultura taína no es solo una expresión artística, es más bien el resultado de un proceso evolutivo que resumió todas las experiencias culturales de los grupos aborígenes que penetraron en las islas del Caribe; por tanto, es una especie de síntesis transformadora de las más importantes influencias de sus predecesores, que fueron perfeccionadas y usadas, aunque es importante reconocer que el tronco cultural fundamental sobre el que se asienta esta cultura se encuentra en las tribus de la etnia arawaca procedentes de la cuenca del río Orinoco en el noreste de Sudamérica.

La cultura taina en realidad debe ser percibida como un resultado de procesos complejos y centenarios que tuvieron lugar en el contexto de las islas del Caribe, en especial en La Española y Puerto Rico.

Reflexionando en esa perspectiva, desde 1991 el Dr.Veloz Maggiolo consideró a la cultura taína como el primer ensayo de la mezcla que hoy constituye la cultura caribeña, y sus comienzos son estudiados a partir de la vinculación entre los procesos migratorios y el desarrollo de distintas formas de interacción social desarrollados en la etapa pre-colonial del Caribe. Esos procesos migratorios implicaron la formación de un mosaico de culturas en las cuales es posible definir un conjunto de rasgos esenciales desde el punto de vista social, económico, político, religioso y cultural. Es esto lo que puede definirse como cultura taína, o como lo taíno, y dentro de esta se puede encontrar una diversidad de expresiones que fueron captadas solo levemente por algunos cronistas de Indias.

Por lo anterior, queda claro la estrecha relación que existe entre el estudio de la historia precolombina del Caribe y el conocimiento del proceso que desembocó en la formación y desarrollo de lo que se llama cultura taína.

El poblamiento de las Antillas y el mosaico multicultural precolombino

Las investigaciones arqueológicas han demostrado que el poblamiento indígena de las Antillas, y por tanto el establecimiento de las primeras culturas, inició alrededor del año 6,000 a. C. Hasta el momento se ha visualizado que el proceso migratorio hacia las Antillas se realizó a través de dos rutas: la primera desde la costa atlántica de Centroamérica hacia las Antillas mayores (Cuba y La Española). La segunda desde la zona noreste de Sudamérica y la isla de Trinidad, desplazándose a través de las Antillas Menores, hasta alcanzar la parte más occidental del Caribe.

Una vez en las islas, los primeros habitantes antillanos conocidos hoy como Barreroides y Banwaroides, modificaron muchas de sus tradiciones culturales continentales y se adaptaron a los nuevos contextos. Estos grupos arcaicos desarrollaron culturas altamente dependientes de la recolección, la pesca y la caza, y también iniciaron la domesticación de plantas y en algunos puntos una incipiente alfarería. 


La arqueología ha puesto en evidencia que los cambios culturales que experimentaron esos primeros pobladores también estuvieron relacionados con su propia interacción.

El Dr. Veloz Maggiolo registra evidencias de coexistencia e hibridación entre ellos en La Española a partir del año 2,000 a. C. La transformación de los grupos arcaicos en el contexto antillano ha sido captada mediante el estudio de los cambios en su instrumental de uso, los patrones de asentamiento y también por las huellas de los procesos económicos vinculados a la explotación del medio.

“En síntesis, los primeros pobladores del arco antillano, fruto de migraciones en diferentes momentos y desde diferentes espacios continentales de las riberas del mar Caribe, protagonizaron los primeros procesos de interacción y transformación que luego desembocarían en la llamada cultura taina” (La cultura taina y las bases de lo caribeño, pág. 21).

Estas comunidades primitivas interactuaron posteriormente de manera paulatina con los nuevos inmigrantes aborígenes que eran agricultores y ceramistas, quienes a su vez se mezclaron con ellos desarrollando procesos de hibridación que estaban aún en curso a la llegada de los españoles en 1492. Al respecto son relevantes los registros de algunos cronistas que describieron la existencia de posibles grupos de esta naturaleza cultural en la parte occidental de La Española y en el occidente de Cuba a los que denominaron Guanahatabeyes, cuestión que actualmente se encuentra en proceso de revisión por los investigadores arqueológicos.

Los antepasados más inmediatos de los aborígenes tainos que ocupaban las Antillas a la llegada de Colón procedían de la selva amazónica, pertenecían a la etnia de los Arawacos y desde el año 600 a. C. penetraron al espacio isleño del Caribe por la costa noreste de Venezuela, manejaban las técnicas agro-alfareras y su cultura se le denomina saladoide.

Los Saladoides constituyeron la base fundamental para el posterior desarrollo del mosaico cultural que denominamos cultura taína. Las investigaciones más recientes sobre esta segunda oleada migratoria hacia las Antillas han demostrado que el mismo fue un proceso más complejo y multilateral de lo que anteriormente se concebía: no fue una migración masiva y única; no debe ser interpretada como un paso gradual de isla en isla hasta alcanzar las Antillas mayores, más bien ha sido catalogada como “salto de rana”; se conocen expresiones culturales distintas pero contemporáneas a la saladoide (que en Puerto Rico han sido denominadas huecoides) las cuales posiblemente también hayan sido generadas en el continente sudamericano.

Esto ha demostrado la continuidad de contactos entre las Antillas y el Continente durante la época, y que las migraciones desde éste fueron algo ininterrumpido.

Las Antillas en ningún momento del proceso de poblamiento fueron comunidades aisladas. La interacción en esas comunidades y los elementos envueltos en ellas comprendieron importantes factores de carácter social, político y religioso, además de adquirir matices diferentes en distintos momentos.

Durante la primera etapa de poblamiento arawaco en las Antillas las relaciones de intercambio con el continente fueron acentuadas, lo que aseguraba el mantenimiento de relaciones entre los ocupantes iniciales y sus comunidades matrices.

El asentamiento y adaptación a las Antillas de los primeros emigrantes Arawacos dio lugar, en la última etapa de la historia pre-colonial caribeña, a desarrollos culturales locales basados en lo arawaco como tronco esencial y en la relación con los descendientes de los pobladores iniciales arcaicos. La relación o interacción entre los descendientes de los primeros arcaicos y los nuevos emigrantes Arawacos hoy es vista como un factor clave para explicar el carácter de los desarrollos locales, y también para explicar las propias variaciones y diversidad que contiene la cultura taína.

El antecedente más directo en cuanto al desarrollo local del mosaico multicultural reconocido como cultura taina en las Antillas Mayores se encuentra precisamente en la expresión cultural denominada ostionoide, que se generó en el oeste de Puerto Rico y al este de la Isla Española, la que a su vez se derivo, de las migraciones arawacas y de los procesos de interacción con los grupos arcaicos precedentes.

Ese mosaico cultural se fue consolidando como resultado de procesos complejos y centenarios que tuvieron lugar en el contexto de las Antillas, y se ha sugerido denominarle el mosaico cultural de la tainidad, idea que suscribimos plenamente.

En síntesis, el mosaico multicultural precolombino y el concepto arqueológico de tainidad podemos resumirlo en el esquema siguiente:

Diversidad – interacción – transculturación (transformación).

Hubo hibridación, sincretismo y finalmente mestizaje o transculturación entre los distintos grupos de pobladores aborígenes.

Referencias

Ulloa Hung, Jorge (2013). Hacia una arqueología en la Isla de la Española. Nuevos enfoques, perspectivas y desafíos de una ciencia. Museo del Hombre Dominicano, Papeles Ocasionales No. 17. Santo Domingo, R.D., pp.46.

Ulloa Hung, Jorge (2012). La cultura taina y las bases  de lo caribeño en Tesoros del arte taíno. Centro Cultural Eduardo León Jiménez, Generalitat Valenciana and IVAM Centre Julio González, . pp. 13-47.

Veloz Maggiolo, Marcio (1991). Panorama histórico del Caribe Precolombino (Edicion del Banco Central de la República Dominicana). Santo Domingo, R. D., Editora Corripio, C. por A., pp. 262.

Veloz Maggiolo, Marcio (1976). Medio ambiente y adaptación humana en la prehistoria de Santo Domingo, Tomos I-2, Santo Domingo, R. D., Editora de la UASD.